«Si es bueno vivir, todavía es mejor soñar, y lo mejor de todo, despertar» (Antonio Machado)
Sin apenas darnos cuenta, todo ha cambiado, cerramos los centros, se cierran las fronteras, los hospitales se saturan, no podemos salir a las calles, las escuelas se clausuran, en una situación sin precedentes. Pero, nos damos cuenta que lo más importante que nos han arrebatado es el contacto real con las personas, abrazar a nuestros amigos, familiares y a los demás.
Miramos lo que está sucediendo con recelo, y nos damos cuenta que nos está dando una oportunidad para parar, en un sociedad en constante movimiento dónde la productividad y el consumo es lo que prima.
Parar de verdad, los viajes incontrolados, las largas jornadas de trabajo, el hacer por hacer, sin sentido, siguiendo modelos y negándonos a nosotros mismos. Y en esa búsqueda incesante por llenar nuestro vacío, nos damos cuenta que lo verdaderamente importante ya lo tenemos y está más cerca de lo que pensamos.
Nos toca estar con nosotros mismos, leer, charlar con los nuestros, salir al balcón, devolverle el valor a los abrazos y a los besos. Ahora no debemos preocuparnos de cuánto sabemos, pues el conocimiento es infinito, sino de cuánto hemos integrado y comprendido.
Este virus nos ha enseñado que no somos perdurables ni imprescindibles, que todo lo que tenemos puede esfumarse en cualquier momento y que lo único que nos puede ayudar es unirnos, sin importar la raza, la edad, la religión, unirnos como personas y cuidarnos, para poder iluminar el mundo con nuestra humilde humanidad.
Y yo me pregunto ¿por qué nos da miedo parar?, nos da miedo pararnos a pensar en qué hemos estado empleando nuestro tiempo, con quién, y si de verdad hemos sido felices y que si esto acabara aquí y ahora, el viaje haya merecido la pena.
Comencemos a ser capaces de conectarnos con intenciones que estén alineadas con nuestros valores más profundos, con aquello que más apreciamos de la vida.
Os propongo empecemos desde ya a:
Y recuerda que el optimismo es la mejor herramienta para ir ejercitando y entrenando nuestro cerebro. Cuando habitamos nuestro corazón, nos convertimos en un espacio de seguridad para los demás, y entonces se desactivan en ellos las respuestas fisiológicas de estrés o miedo.
Comuniquémonos desde el corazón y desde aquí acariciar el corazón de los que nos rodean, cultivando intensamente nuestra propia honestidad, humildad y cercanía.
Namasté
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.
ACEPTAR